22. Experiencias Maestras

La semana pasada hablé con una amiga que también lleva una newsletter, llamada Capuchina. Ambos empezamos nuestros proyectos más o menos a la vez, así que ahora, unos 6 meses después, tuvimos una conversación sobre los desafíos a los que nos habíamos enfrentado.

Le conté una idea que descubrí en otro blog, ricosylibres.com, que llegó a mí justo antes de empezar Esferas y que me armó del poder suficiente como para sacar este proyecto adelante hasta hoy. La idea es sobre cómo establecer propósitos de manera que realmente salgan adelante. Empiezo exponiendo la manera habitual de hacerlo.

Llega enero y todos nos planteamos algunos propósitos para el siguiente año. Suelen tener este aspecto: “voy a ir al gimnasio 3 veces por semana”, “voy a probar la escalada”, “voy a aprender a tocar la guitarra”, “voy a meditar 20 minutos todas las mañanas”, “voy a llevar un diario”, etc.

Si esta manera de plantear propósitos fuese efectiva, todos tendríamos cuerpos de espartano, hablaríamos portugués y haríamos croché. ¿Cuál es el problema entonces?

Cuando planteamos un propósito, lo hacemos para cambiar nuestra vida de alguna manera. Nuestros hábitos y condicionamientos, acumulados a lo largo de vidas enteras, tienen una inercia parecida a la de un carguero transatlántico, y ahora le estamos pidiendo que cambie de rumbo. Esto significa que, sí o sí, al tratar de implementar esos cambios nos encontraremos con dificultades internas. “Me cuesta madrugar media hora más para meditar”, “llego cansado a la noche y no me apetece escribir el diario”, “se me olvida hacer el Duolingo”, “me da ansiedad apuntarme a clases de baile”, etc.

Lo que habíamos planteado para que nos ayudase a ser más felices, ahora de repente se ha convertido en una fuente más de dificultades. “Mejor será abandonarlo aquí.” Y más o menos así abandonamos los propósitos antes de llegar a febrero.

Antes de compartir la fórmula sobre cómo plantear propósitos con mayor poder, quiero explorar un poco más qué ha fallado en esta primera forma de hacerlo.

Si hiciéramos una encuesta a todas las personas que han abandonado sus propósitos, una de las razones principales que surgirá será que les faltó fuerza de voluntad.

La fuerza de voluntad, junto con el esfuerzo, siempre me han causado mucha desconfianza, y ahora entiendo mejor por qué. La fuerza implica resistencia. De hecho, esa es la tercera ley de Newton: si aplicamos una fuerza, aparecerá una reacción igual y opuesta. Esto no solo se aplica a sólidos moviéndose por el espacio, sorprendentemente también ocurre a nivel psicológico.

Cuando hacemos un esfuerzo, es decir, cuando tiramos de fuerza de voluntad para hacer algo, por definición experimentamos una resistencia. Si no experimentásemos esa resistencia, no haría falta hacer un esfuerzo, nos saldría solo. ¿Qué es esa resistencia entonces? Es la presión psicológica que ejercemos contra nosotros mismos para forzarnos a obtener el resultado deseado. Viene por lo tanto desde la energía del deseo, que invariablemente trae consigo frustración y la sensación de habernos convertidos en esclavos.

Recuerdo los años en los que me forzaba a practicar piano. Nunca me apetecía, pero si quería ser músico tenía que practicar. La resistencia creció y creció, y un día, en plena pandemia, estallé y abandoné la música. Tardé meses en siquiera volver a disfrutar al escuchar una canción.

Entendí entonces que, al tirar de fuerza de voluntad, había creado y alimentado un gran conflicto interno. La imagen que me llegó para entender esto era la de un jinete que quiere llegar a lo alto de una montaña antes del mediodía. El jinete, obsesionado con llegar a la hora deseada, fustiga y fustiga a su caballo para que corra más. Pero el caballo, que lleva ya varios días a galope y sin apenas dormir, comer ni beber, está agotado y no puede más. Pero eso al jinete le da igual; él lo que quiere es llegar, y cómo se sienta el caballo es secundario. Bueno, esa es la falacia, el estado del caballo no es secundario, es primario, ya que es el que le llevará a la cima. Si no cuida del caballo, dejando que descanse y alimentándolo bien, nunca llegará. Es la relación del tirano con el esclavo, del padre déspota con el niño. Es una posición interna que no solo trae sufrimiento, sino que es inefectiva e insostenible.

En definitiva, toda esa energía empleada en superar la resistencia interna no está siendo empleada en alimentar nuestro propósito, sino en hacernos bullying a nosotros mismos.

Habrá a quién le funcione, no sé. Y no digo que no haya situaciones en las que no quede otra que apretar los dientes y tirar palante. Lo que digo es que no me parece que sea una forma de vida sostenible y que, antes o después, el caballo acaba desfalleciendo. Si ese es el motor en el que confiamos para sacar adelante nuestros proyectos, empezamos ya cojos.

¿Cuál es entonces una posición de más poder?

El verdadero poder no viene de la fuerza, sino de nuestra comprensión, del significado que tenga para nosotros lo que estamos haciendo. Las cosas no tienen un significado por sí solas, todo es neutro. El significado lo determina el contexto en el que estemos sosteniendo algo; de la perspectiva desde la que lo observemos. Esto ocurre automáticamente, seamos conscientes o no de cuál es el contexto elegido por nuestra mente. Cuanto más amplio sea el contexto, más profundo será el significado y más poder surgirá en nosotros para hacer lo que tenemos que hacer.

Vuelvo a los propósitos, sabiendo por experiencia propia que, una vez entendidos de esta manera, el poder que surgirá en uno para llevarlos a cabo será mucho mayor que el que toda la fuerza de voluntad pudiera ofrecer. Y solo hace falta leerlo una vez. La idea es la siguiente.

En lugar de decir “voy a ir al gimnasio 3 veces por semana” o “voy a escribir una carta semanal”, el planteamiento debe ser “voy a escribir una carta semanal para convertirme en la persona que es capaz de hacer algo así”. El objetivo ya no es hacer algo ahí fuera (escribir un blog, por ejemplo), sino iniciar un proceso de transformación interna: crecer, desarrollar un potencial, abandonar limitaciones, superar obstáculos, deshacer conflictos y convertirme en la persona que es capaz de llevar un blog semanal con facilidad y disfrute.

Desde esta perspectiva más amplia, cuando aparezcan los conflictos que antes nos llevaron a abandonar, ahora no los veremos como un obstáculo, sino como un signo de que el propósito está funcionando: nos está invitando a crecer, a cambiar, a dejar algo ir y dejar que algo nuevo y más poderoso ocupe su lugar. El blog o la flauta son solo un medio para perseguir un fin mucho más amplio. Son herramientas externas que utilizamos para impulsar nuestro espíritu.

Cuando empecé Esferas, el planteamiento fue exactamente ese: “voy a escribir X cartas a lo largo de este año para convertirme en la persona que es capaz de hacer algo así”. Los desafíos comenzaron antes de escribir la primera carta.

La página web que estaba diseñando para albergarlo me dio muchísimos problemas, y tras varios días muy frustrantes aprendí mi primera lección: dejé a un lado mi orgullo y cierta vergüenza y pedí ayuda profesional.

Después llegó el momento de escribir la primera carta, y una ola de miedos me inundó el cuerpo y la mente. Tras varios intentos y mucha ansiedad, finalmente comencé mi verdadero entrenamiento: a pedir ayuda divina a la hora de crear. Inmediatamente, esa ayuda me llevó a escribir “1. Los Dragones del Umbral.

Desde entonces, los desafíos han sido constantes: ansiedad, falta de tiempo, no saber qué escribir, inseguridades, no encontrar el tono adecuado, “esto es muy raro”, dudas y todo tipo de muros invisibles contra los que me iba chocando. Si el propósito hubiera sido “escribir un blog”, probablemente lo hubiese abandonado antes de empezar, ya que estos desafíos eran realmente difíciles de gestionar. Pero el contexto desde el que escribía Esferas no hacía más que crecer y crecer. Ya en la primera carta expresé que sentía que este proyecto, que llevaba casi un año queriendo nacer, era un encargo que el Espíritu me hacía desde mi corazón a través de mi relación con Jesucristo.

Antes dije que cuanto más amplio sea el contexto, mayor será el poder disponible. Dios es el contexto infinito y, si sientes que haces algo porque Dios te lo ha pedido, o por amor a Dios, el poder para llevarlo a cabo es ilimitado.

Empezar Esferas desde esa posición ha hecho que lo que en apariencia es un blog, se convierta para mí en un maestro. Cada semana me siento con él, y me enseña a crear desde la inspiración: más como alguien que escucha que como alguien que tiene algo que decir. Me ha enseñado cosas nuevas con cada carta, cosas que no sabía que estaban dentro de mí hasta que las escribí. Me ha ayudado a procesar una cantidad enorme de ansiedad acumulada. La ansiedad, como todas las emociones que experimentamos, no son infinitas. Hay una cantidad limitada y podemos llegar a liberarnos plenamente de su efecto si dejamos ir su energía subyacente. Esferas ha sido una herramienta poderosísima para lograr esto.

En definitiva, Esferas se ha convertido en una práctica espiritual y, como tal, está en manos de Dios. Seguirá con vida mientras el Espíritu así lo quiera y acabará cuando haya aprendido todas las lecciones que un proyecto así tiene para mí. El proyecto no es escribir el blog, eso son solo las cenizas de la hoguera. El proyecto es mi liberación espiritual y creativa.

Al contarle todo esto a mi amiga, volví a visitar esta idea que llevaba meses sin pasar por mi mente. Estos últimos meses, mi relación con Jesús ha crecido exponencialmente y cada vez lo siento más presente como un guía, protector y refugio. Al contarle esto a mi amiga, recordé una parte de su Sermón en la Montaña, que últimamente he estado leyendo a menudo. Dice así:

“No acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde ladrones se meten a robar. Más bien, acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” [Mateo 6:19-21]

Entendí entonces que esta idea que acabo de compartir no se limita solo a los propósitos de año nuevo, sino que se aplica en general a la vida en este mundo. El propósito de este mundo no es el mundo en sí. El mundo es solo un medio. El fin es la transformación liberadora a la que este mundo nos invita. Ese es el verdadero tesoro, y lo único que nos llevaremos más allá de la muerte del cuerpo.

En esas tres frases, Jesús recontextualiza por completo la experiencia humana. Con ello no nos invita a que nos hagamos todos monjes y monjas, sino a que ampliemos nuestra perspectiva al pasar por nuestro día a día en el mundo. Desde la perspectiva convencional, newtoniana, la de la fuerza de voluntad, los desafíos de la vida aparecen como obstáculos. Pero si el contexto se amplía y vemos esta vida humana como un medio para la evolución de nuestra consciencia, vemos entonces que estos fenómenos cambiantes (nuestras relaciones, el trabajo, la salud del cuerpo, etc) esconden en sus desafíos un tesoro: son oportunidades para liberarnos de algún programa basado en la falsedad que nos estaba haciendo sufrir. Al elevar nuestra perspectiva de esta manera, las cosas que nos hacen sufrir se convierten en medios que podemos utilizar para nuestra salvación e iluminación. Se convierten en experiencias maestras.

Con todo mi amor,

A.

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