27. Lo Urgente vs. Lo Importante

Como conté en mi última carta, llevaba un tiempo pensando en continuar mi trabajo en Esferas, pero no encontraba el tiempo. Este domingo, sin embargo, se produjo un cambio en mi perspectiva que no solo me llevó a escribir y mandar una carta inmediatamente, sino que al día siguiente vuelvo a estar sentado escribiendo. Quiero compartir ese cambio de perspectiva para llevar un poco de luz a este problema moderno de “no parar nunca de hacer cosas, y aún así sentir que no hay tiempo para nada”.

El problema es que todo lo que apuntaba en mi agenda era igual de urgente. Los deberes para la clase de mañana, contestar el email de un profesor, el mensaje de un amigo, hacer ejercicio (ayer no hice y lo noto), poner la lavadora (solo me queda un calzoncillo), cocinar, ver a amigos, leer por las noches, meditar por las mañanas… El problema comenzó a parecerse al que uno experimenta cuando va a un restaurante y la carta es demasiado larga. Al final, muchas veces tardaba tanto en decidir que la cocina cerraba y me quedaba sin cenar.

Evidentemente, con ese panorama de quehaceres urgentes constantes, volver a Esferas me estaba costando. Esferas no es algo que hacer con prisas. No es algo urgente. Nadie me exige hacerlo. Y sin embargo, su nombre estaba escrito en mi agenda todas las semanas, esperando pacientemente a que le diese mi tiempo.

Finalmente, este domingo, la cantidad de cosas que tenía que hacer llegó a un punto absurdo, y como suele ocurrir en los momentos en que llegamos a un límite, surgió una perspectiva nueva:

La pregunta cambió de ¿qué es lo más urgente? a ¿qué es lo más importante?

Lo urgente lo determina el mundo externo: el ritmo de Berklee, las expectativas del jefe, la cantidad limitada de calzoncillos… priorizar siempre lo urgente es vivir de forma reactiva. Es vivir desde una perspectiva demasiado corta, enfrentándote a la vida día a día, resolviendo, sobreviviendo, pero sin una visión clara y más amplia de hacia dónde van las cosas.

Por otro lado, lo importante es puramente subjetivo, viene de dentro, y está determinado por nuestros valores. ¿Qué es lo que más valoras? = ¿Qué es lo más importante? Aprender a priorizar lo importante es aprender a vivir de forma proactiva.

Con esa pregunta, se me ocurrió numerar los quehaceres de mi día por orden de importancia, y después empezaría por el primero sin preocuparme de si llegaba al final de la lista. Curiosamente, aquello que llevaba dejando a un lado desde hace un mes, apareció de repente en la primera posición: Esferas.

La pregunta ¿Qué es lo importante? me elevó hasta una altura desde la que vi los próximos 20 o 30 años y me hizo plantearme ¿Hacia dónde quiero ir? ¿Qué quiero construir? Inmediatamente, los deberes para el día siguiente desaparecieron como desaparecen las piedras de un camino vistas desde un avión. De repente vi todos los caminos, los bosques, las montañas a lo lejos y el mar asomando detrás. Los deberes individuales de Berklee son irrelevantes a esa altura. Esferas, sin embargo, es un camino que, si elijo recorrer, me llevará hasta el mar. Esferas me lleva a una vida en la que cultivo de forma constante mis dones, mi fe, mi capacidad de creación, reflexión y expresión y me lleva a compartir todo esto con una comunidad que va creciendo poco a poco (bienvenidos, Jackson y Aryan) y que será con la que trabaje en el futuro, con la que comparta cultura, lenguaje, tiempo, espacio, camino, cariño, sentido. Me lleva a una vida que brota de dentro, desde lo que realmente soy, y no a una vida moldeada por las exigencias externas.

Esferas, sí. Deberes de armonía tonal… también, pero después.

Descubrí que esta es la manera de poner en práctica los valores y las prioridades. Comienzo a intuir que si tuviésemos muy claras nuestras prioridades, rara vez tendríamos que tomar decisiones, la mayoría se tomarían solas. Quizás por eso todos los hombres iluminados a los que he leído coinciden en que, al vivir en Dios, la duda desaparece por completo. Solo hay confianza, escucha y certeza.

Quizás por eso el primer mandamiento no es “Harás bien tu trabajo y mantendrás tu casa limpia”, sino “Amarás a Dios sobre todas las cosas”.

Quizás por ahí van los tiros del “Busca primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” de Jesús en su Sermón de la Montaña.

También el Dr. Hawkins dijo “¿Cuál es el sentido de la vida humana? Estas preguntas existenciales surgen y parecen abstractas, pero la manera en que les des respuesta, aunque parezca una generalidad, es lo que define cómo eliges los particulares.”

Lo importante, pues, es aquello que esté alineado con tu visión más elevada de esa pregunta: ¿Cuál es el sentido de la vida humana?

Aquí va una respuesta (con una traducción a continuación) con la que conecto mucho, dada por el Dr. Hawkins en esa misma clase:

In my view, the purpose of human life is to serve God, to serve humanity and to serve yourself. To serve yourself, to serve God by serving yourself, and to serve your fellow men. Fulfill your obligation and your destiny and potentiality. To serve God, self and fellow men. Having done that, is there anything left that you can think of to do? Hahaha! That pretty much clears off the desk doesn’t it? You’ve done all you can to serve God, to serve your obligation to yourself to move from self to Self, and your fellow men and thereby serve God. To be a channel of God’s will for the good of all of mankind as well as your own evolution because, after all, you are part of mankind, so don’t leave yourself out. It isn’t you versus mankind. You are part of mankind. So in serving mankind, you serve yourself as well.

Traducción:

En mi opinión, el propósito de la vida humana es servir a Dios, servir a la humanidad y servirte a ti mismo. Servirte a ti mismo, servir a Dios sirviéndote a ti mismo, y servir a tus semejantes. Cumple con tu obligación, tu destino y potencial. Servir a Dios, a ti mismo y a los demás. Habiendo hecho eso, ¿se te ocurre algo más que quede por hacer? ¡Jajaja! Eso deja la mesa despejada, ¿verdad? Has hecho todo lo posible para servir a Dios, para cumplir con tu obligación hacia ti mismo, de pasar del «yo» al «Yo», y hacia tus semejantes, y de esa manera servir a Dios. Ser un canal de la voluntad de Dios para el bien de toda la humanidad, así como para tu propia evolución, porque, después de todo, eres parte de la humanidad, así que no te dejes fuera. No eres tú versus la humanidad. Eres parte de la humanidad. Así que, al servir a la humanidad, también te sirves a ti mismo.

Lo dejo aquí por hoy, que es suficiente para contemplar durante una vida. Ahora, a hacer deberes.

Con todo mi amor,

A.

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