3. Vocación

“Conócete a ti mismo.”Inscripción en el templo de Apolo en Delfos.

“The first thing for all human beings is to know who they are. Human beings live out their conditioning, they don’t live out who they actually are. They never get an opportunity to live out who they really are because they keep on reinforcing their conditioning all of their life.”Ra Uru Hu

Aquel año en Chicago estuvo lleno de descubrimientos. El más grande lo describí en mi última carta: la revelación inequívoca de que hay una divinidad detrás del telón de nuestra percepción del mundo. Una presencia amorosa que lo abarca todo. Descubrí que eso era lo que era en el fondo de mi ser. Es lo que somos en esencia.

Pero también hubo otros despertares, menos dramáticos, pero muy importantes para mí porque cambiaron mi rumbo radicalmente.

El primero fue el descubrimiento de la pintura y de que tenía la capacidad de dibujar. Vivía cerca del Art Institute de Chicago, que es un gran museo, así que me hice socio y pasé muchos sábados de resaca paseando por sus salas. Hubo una ocasión en la que, al llegar frente a un cuadro de Renoir llamado “En la terraza (dos hermanas)”, la cara de la hermana mayor me capturó. No sabría describir qué es lo que vi, pero era mucho más de lo que estaba ahí pintado. Me emocioné, y un escalofrío tremendo atravesó todo mi cuerpo. Hasta entonces eso solo me había pasado con la música, así que ese día sentí que había desbloqueado un nuevo arte.

Unos meses más tarde y muchas visitas al museo después, vi una exposición de grabados de Rembrandt. Al salir, sentí que no podía más. Me volví a casa, me hice un selfie y lo copié, imitando el estilo de los grabados, en una libretita de bolsillo no mucho más grande que una tarjeta de crédito. El resultado fue el autorretrato que compartí en la última carta. Lo vuelvo a poner.

Ese año descubrí que podía dibujar igual que podía escribir canciones, y que podía disfrutar la pintura tanto como la música. Mi interés por la ingeniería, en mi último año de carrera, era casi inexistente.

El segundo descubrimiento tiene que ver con el gato negro erizado que era mi estómago en aquella época. Conviviendo tanto tiempo con un dolor cronificado, llegó un punto en el que empecé a observarlo con curiosidad en lugar de simplemente resistirme a él. Recuerdo un día, sentado en mi cama, en que el dolor era tan intenso que concentré en él toda mi atención. Cerrando los ojos, me propuse observarlo de la forma más neutra posible. Lo que ocurrió a los pocos segundos es que el dolor se disolvió, como si todo lo que necesitase aquel pobre gato es que alguien le dijese con ternura “te veo”. Esto lo repetí en otras ocasiones, no siempre con tan buen resultado. Pero eso era lo de menos. Lo importante es que había descubierto la meditación, y con ello el hecho de que mi mente tiene el poder de influenciar el estado de mi cuerpo.

Esto, por cierto, es algo que estoy estudiando últimamente desde la perspectiva de la mecánica cuántica, que dice lo siguiente: la mente está más allá del mundo físico. Lo que pensamos no está determinado por lo que ocurra en nuestro cerebro. Más bien al revés. Lo que pensamos hace que el mundo físico (tu cuerpo y tu percepción del mundo) se configure de una determinada manera. En pocas palabras: tu intención juega un papel determinante en lo que experimentas, dentro y fuera de ti. Ya volveré sobre esto, que es tan potente que, a pesar de haberlo descubierto hace 100 años, el mundo todavía no ha sido capaz de entenderlo, aceptarlo e integrarlo.

The third and final great discovery was a gift from my dear David Bowie and Paul Simon. During that time, I listened obsessively to their songs «Space Oddity» and «The Sound of Silence.» I spent my days singing, both at home and in the streets. Often, I would rush home, much like someone rushing to use the bathroom, but for me, it was to write song. That year, I composed many songs, and some were quite good by my standards.

One day, while listening to a Simon & Garfunkel song, «Leaves That Are Green,» I paid attention to the lyrics, which begin:

“I was 21 years when I wrote this song.

I’m 22 now, but I won’t be for long”

Aparte de ser un inicio genial, conecté mucho con ello porque yo tenía 21 en aquel momento. Entonces busqué la edad que Simon tenía al escribir “The Sound of Silence”. Al parecer la escribió a los 21, sentado a oscuras en su baño (otro que no distingue sus necesidades físicas de las creativas). “Hello darkness my old friend” era una descripción literal de aquel momento. Genial.

Acto seguido busqué la historia de “Space Oddity”. La canción se publicó en el 69, coincidiendo con la llegada a la Luna de la misión Apolo 11. Fue el pelotazo inicial de su carrera, ya que la BBC utilizó la canción de ese Bowie semi desconocido como banda sonora de la llegada a la luna de Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Pero volviendo a lo que decía, Bowie la escribió un año antes, a la edad de 21 años.

Yo, que estaba tan contento con mis canciones, de pronto me medí con mis héroes cara a cara. En ese momento reconocí (o quizás decidí) que yo tenía el potencial de escribir canciones igual de buenas. Ninguna de mis canciones en ese momento estaba a la altura, y la tensión que se creó en mí fue como la de un arco. Decidí que tenía que perseguir esa gran canción. Puse la flecha y disparé. 8 años después aquí sigo, volando tras esa canción-diana.

Han venido varias grandes canciones desde entonces. Algunas tan potentes que han relajado la tensión unos meses, en los cuales he dejado de componer. Pero en el fondo no se trata de escribir la gran canción, sino de convertirme en la persona que es capaz de escribirla. Es un proceso sin fin, que continuará hasta que Dios o la muerte disuelvan la tensión que se creó en aquel momento en que comparé lo que era con lo que podía ser.

Empiezo a entender que el arquero, el arco en tensión, la flecha imparable y la diana inalcanzable son todo facetas de mí mismo. Ese es el verdadero móvil perpetuo, el mecanismo que una vez activado ya no se detiene nunca. La energía para perseguirlo viene de dentro, del corazón, que también marca la dirección. Es tan claro y poderoso que ni la mente, con todos sus miedos y distracciones, es capaz de oponerse una vez la decisión ha sido tomada. A estas alturas ya no estoy hablando de mí. Estoy hablándole a tu corazón, y de lo que hay ahí esperando a ser descubierto, aceptado con valentía y llevado a cabo con intención imparable. Ahí está tu don, lo que realmente has venido a hacer y a ofrecer al mundo.

Hace tiempo vi una entrevista de Nina Simone en la que dijo algo que se convirtió en un machete metafísico que mi corazón utiliza para abrirse camino a través de la maleza de miedos y distracciones. La frase exacta no la encuentro, pero la idea es dejar que sea el amor el que dirija tu vida, no el miedo. Teniendo en cuenta que había descubierto que el sustrato último de la realidad es el amor, mi corazón sabía que al final, por loco que pareciese en el momento, en realidad era el camino más seguro, porque el universo entero conspiraría para apoyarme. Y así ha sido hasta ahora, y cuanto más confío en ello, menos poder tiene el miedo sobre mí. Y esto no se limita a los artistas, esto es universal y cada cual tiene un camino que, de seguirlo, le llevará a ser todo lo que puede ser. Y no hay acto devocional mayor que ese: ser todo lo que puedes ser.

“Somos vocación, en el sentido de que estamos hechos para perfeccionarnos, y tenemos que encontrar nuestro camino. Eso es la vocación. Cada cual tiene su don, su camino de perfección, de desarrollo. Dios a nadie ha dejado sin un proyecto personal, sin un don personal. Somos nosotros los que tenemos que descubrir que tenemos esa llamada, ese don, ese proyecto en el corazón y sacarlo a flote. Y luego reconocerlo como don de Dios.” Monje anónimo en el documental “Libres”, que te recomiendo si quieres pasar un domingo contemplativo.

A.

“En la terraza (dos hermanas)” – Renoir

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Y una última cita-regalo, de mis favoritas:

“Nature loves courage. You make the commitment and nature will respond to that commitment by removing impossible obstacles. Dream the impossible dream and the world will not grind you under, it will lift you up. This is the trick. This is what all these teachers and philosophers who really counted, who really touched the alchemical gold, this is what they understood. This is the shamanic dance in the waterfall. This is how magic is done. By hurling yourself into the abyss and discovering it’s a feather bed.”

Terence McKenna