“La imaginación es la puerta por la cual tanto la enfermedad como la curación entran. No creas en la realidad de la enfermedad ni siquiera cuando estés enfermo; ¡un visitante no reconocido huirá!» – Paramhansa Yogananda
La medicina convencional es muy efectiva en cuanto al diagnóstico, pero no tanto a la hora de sanar. Esta carta va para todos los que lleven tiempo lidiando con algún desequilibrio físico para el que todavía no han encontrado solución. Lo que voy a contar supone un salto de paradigma, así que requiere abrir la mente a ideas que desafíen nuestras creencias actuales. Me apoyo en esta cita de Einstein para explicar el por qué: «No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos»
Empezaré diciendo que la realidad es infinita y realmente lo único que podemos decir acerca de ella es “parece que algo está ocurriendo”. Lo que hacemos los humanos por lo tanto es crear modelos que nos ayuden a navegar este misterio. Los modelos falsos llevan al sufrimiento internamente y al conflicto externamente. Cuanto más fiel a la realidad sea el modelo, mayor paz, amor y armonía experimentaremos.
Un buen modelo debe cumplir tres requisitos: que pase el filtro de la razón, que sea comprobable en nuestra experiencia directa y, por último, que apunte hacia la paz, el amor, la armonía, la felicidad.
El modelo que me gustaría visitar hoy es el de la relación cuerpo-mente-espíritu. La forma convencional de entender esto se basa en el paradigma del materialismo reduccionista, que dice que lo único que hay es materia. De ahí se deduce que todo lo que no sea medible o demostrable por la ciencia no es real. Desde esa visión tan limitada, lo que eres es un cuerpo. Dentro de ese cuerpo hay un cerebro que piensa. Desde hace no mucho, también acepta el hecho de que esos pensamientos tienen un efecto a nivel físico, aunque no todo el mundo ha aceptado ese hecho todavía. Y por último, la consciencia es un producto de la actividad eléctrica del cerebro, y no interviene en la mente y el cuerpo, solo observa.
Esta es la comprensión convencional de “qué es un hombre”. No voy a entrar en las repercusiones desastrosas que este modelo produce. Si tienes curiosidad, basta con encender las noticias. Además, creo que la mejor manera de relacionarse con un modelo/orden obsoleto no es atacarlo, sino renovarlo o, si es completamente erróneo, abandonarlo.
El modelo que quiero proponer aquí coincide tanto con la mecánica cuántica como con todas las tradiciones espirituales. Eso quiere decir que por un lado, pasa el filtro de las mentes más brillantes que han sido capaz de aproximarse a la realidad desde la razón. También pasa el segundo filtro, que es el de la experiencia directa. Todas las tradiciones espirituales y religiones se basan en las enseñanzas de algún sabio, santo, profeta o avatar, que hablan de la Verdad única y exclusivamente desde su experiencia directa. Por último, creo que este modelo pasa el tercer filtro, que es que apunta a la armonía y la felicidad. De hecho, es eso lo que me impulsa a escribir esta carta, porque la alegría siempre quiere ser compartida.
El modelo, más o menos como lo presenta el Dr. David R. Hawkins, dice así: el cuerpo no tiene la capacidad de experimentarse a sí mismo. Un brazo no puede experimentarse a sí mismo. Realmente no conocemos el cuerpo directamente, sino lo que nuestros sentidos nos dicen acerca de él. Los sentidos, por lo tanto, ocurren en otra dimensión más amplia que el cuerpo, en un campo al que llamamos mente. En este campo de la mente también aparecen otros fenómenos: pensamientos y emociones. Curiosamente, la mente tampoco tiene la capacidad de conocerse a sí misma. Un pensamiento no tiene la capacidad de saber que está siendo pensado. Hace falta un campo todavía más amplio que englobe a la mente para poder conocerla. Este campo es la consciencia, que es un campo mucho más sutil, sin forma ni dimensiones, donde toda la experiencia humana aparece y es conocida subjetivamente, es decir, en primera persona. Las religiones y tradiciones espirituales proponen que este campo de la consciencia es infinito, y por lo tanto único: es el Espíritu, el alma, Cristo, Brahman, Buda o simplemente la consciencia.
En este orden de cosas, el cuerpo y todo lo conocible a través de los sentidos pertenece al nivel de menos poder. El siguiente nivel, la mente, es un campo con mucho más poder. Por lo tanto, lo que ocurra en la mente, tendrá un efecto sobre el cuerpo. Por último, el nivel más poderoso es el nivel de la consciencia. Un desequilibrio a nivel espiritual tendrá por lo tanto consecuencias tanto en la mente como en el cuerpo. Por eso la sanación de enfermedades es frecuente en la vida de las personas que practican disciplinas espirituales como la meditación, la contemplación, el yoga o el qigong.
Un modelo más sencillo que me ha venido a la mente estos días es el de un proyector: la pantalla representa al cuerpo junto con el resto del mundo, es decir, todo lo que percibimos a través de los sentidos. Las diapositivas representan la mente. El proyector es la consciencia, que es la luz que ilumina todo. Esto es una versión simplificada, por supuesto, pero facilita la comprensión de la idea central de esta carta: solo estás sujeto a lo que sostienes en mente. Lo que vemos en el mundo y en el cuerpo es consecuencia de lo que cada uno tiene programado en su mente. Una creencia negativa es como una mancha en la diapositiva que obstruye y distorsiona la luz del proyector, o una nube bloqueando la luz del sol.
Podemos ver que un modelo es limitado o erróneo cuando hay cosas que no puede explicar. Este modelo, mucho más amplio y certero que el anterior, explica por ejemplo el efecto placebo. La medicina y la ciencia son conscientes de que es algo real: le das una cápsula con azúcar a un paciente, le dices que es medicina, se lo cree y los síntomas desaparecen. Siempre me ha parecido curioso que la medicina no le diese más importancia a ese hecho milagroso, que revela el poder de la mente. Ahora entiendo que es que, para entender el mecanismo del placebo (y de los milagros), hay que saltar a otro paradigma. Esto que estoy explicando alcanza más allá del dominio de la ciencia. No es algo que puedas medir ni demostrar, pero sí es algo cuyos efectos puedes observar en otros y, sobre todo, algo que puedes experimentar en ti mismo.
La razón por la que ando experimentando con esta idea es porque desde hace algún tiempo soy consciente de que mis dificultades con la voz tienen un gran componente mental. En mi búsqueda de sanación probé primero con la medicina convencional. Los antibióticos y el ibuprofeno están bien para mitigar los síntomas, pero no para sanar, así que la faringitis y la afonía siempre volvían. Después probé a no tomar nada y atravesar una faringitis sintiéndolo todo. Esa salida de la comodidad de los fármacos fue el principio del viaje de sanación, de un nivel de consciencia a otro más amplio donde la sanación fuera posible.
Este viaje me fue llevando de una práctica a otra, cada vez más sutiles: masajes, yoga, meditación, acupuntura, qigong… Comencé tratando el cuerpo físico, después el cuerpo energético y a lo que estoy llegando ahora es a tratarlo directamente desde la mente. Esto requiere una atención constante a lo que estoy pensando; ya no dejo pasar ningún pensamiento de enfermedad sin desafiarlo. Los pensamientos pueden ser del tipo “oh, siento la garganta irritada”, o “¿será esto el principio de una nueva faringitis?”, o “me noto la voz cansada, si canto ahora me voy a hacer daño”, o “qué viento tan frío, a ver si voy a cogerme algo.” Es fácil reconocerlos porque siempre van acompañados de miedo o alguna otra emoción negativa. Lo que hago en cuanto uno de estos pensamientos surge es decir dentro de mí con una firmeza tremenda “cancelo la creencia en X. Soy un ser infinito, y solo estoy sujeto a lo que sostengo en mente. Esto que siento es el resultado de un sistema de creencias, y tengo el poder para cancelarlo.”
Un ejemplo: recuerdo cómo hace unos años podía hablar sin parar y gritar y nunca me quedaba sin voz. Ahora, una conversación de 20 minutos en un sitio un poco ruidoso puede dejarme sin voz. Mientras, la gente a mi alrededor no tiene ningún problema. Yo mismo no tenía ningún problema hace unos años. Este es un claro ejemplo de cómo mi creencia “si hablo fuerte me quedaré sin voz”, que solo ha surgido en estos últimos años, está manifestándose en mi cuerpo. Por lo tanto, ahora, en cuanto siento algo de miedo a hablar, o incluso si comienzo a notar mi voz agarrotándose, digo “cancelo la creencia de que si hablo me haré daño en la garganta”.
La mayoría de las veces, al decir esto, noto una reacción inmediata en mi cuerpo, y sé que mis palabras, al nivel de la mente, han tenido un efecto a nivel físico. He cambiado algo en la diapositiva, y lo que aparece en la pantalla cambia acordemente y sin esfuerzo.
Esta idea sin duda causará rechazo porque desafía la manera convencional de entender las cosas. Me vienen a la mente dos posiciones (que todos mantenemos en mayor o menor medida) que pondrán en duda la validez y efectividad de esta técnica.
Una importante es que hemos entregado el poder de nuestra mente a cambio de la satisfacción engañosa de sentirnos víctimas. Al sentirnos víctimas, proyectamos la causa de nuestro dolor ahí fuera. Esto produce una cierta sensación de alivio, ya que elude confrontarnos a nosotros mismos, pero el precio a pagar es la pérdida de nuestra libertad y de nuestro poder. Esto es lo que rechacé hace unas semanas con mi voz. Al ponerme malo, una vez más, acepté sin lugar a duda que yo mismo me había causado esa enfermedad, como un mecanismo de defensa enfermizo. Rechacé rotundamente la postura de la víctima. Eso disparó todas las energías negativas asociadas al victimismo: autocompasión, pena, rabia, frustración… una vez dejé ir toda esa negatividad, una nueva forma de relacionarme con mi cuerpo se abrió. Ya no me siento una víctima, he reclamado un poco más del poder auténtico de mi mente.
Otro bloqueo probable a esta técnica es la posición del escéptico, que es muy limitada. Está limitando su poder y sus capacidades a lo que considera que “tiene sentido”. Al hacer eso, niega una parte inmensa de lo que es, inhabilitándola. Lo paradójico (y casi cómico) del escepticismo es que se basa únicamente en la fe: fe en que solo lo que es verificable y medible por la ciencia es real. Una postura más verdadera y por lo tanto poderosa es abrir la mente y ejercitar el discernimiento para comprobar la validez de ideas nuevas en nuestra experiencia directa.
La efectividad de esta práctica dependerá entonces de la capacidad de cada cual de reclamar su propio poder, con la responsabilidad que eso conlleva. En un extremo, el que ha entregado todo su poder vive en la desesperación y la impotencia, víctima de un mundo hostil gobernado por un dios castigador. En el otro extremo, Jesús lo expresa así:
“Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas.” (Marcos 11:24)
Descubrí esta técnica en el libro “Healing and Recovery” del Dr. David R. Hawkins. Es tan potente, tan sencillo y tan alejado del pensamiento convencional, que inmediatamente sentí al escéptico en mí. Pero a la vez sentí la verdad de lo que decía. Las dudas del escéptico son solo del ego, que representa las limitaciones de mi mente. Esa comprensión intuitiva de la verdad es del espíritu, que no sabe nada de límites. Las dudas aún surgen en mi mente cada vez que aplico esta técnica, pero realmente ya han perdido la batalla. Con cada duda que entrego, reclamo mi poder.
Al poco de descubrir esta técnica, me di cuenta de que no solo podía aplicarla para sanar mi voz, sino todos los demás desequilibrios de mi cuerpo para los que la medicina convencional no ha encontrado solución: alergias ambientales, alimenticias, problemas en la piel, en el sistema digestivo y otras dolencias varias.
Al empezar a observar mi mente desde esta perspectiva, me ha chocado darme cuenta de la cantidad de pensamientos que pasan por mi mente a lo largo del día relacionados con la enfermedad. Con unas diapositivas así, no me extraña que en la película apareciesen tantos síntomas.
Esto que he descrito hasta ahora es solo parte del mecanismo que describe el Dr. Hawkins en su libro. En él, explica que toda enfermedad es tanto física como mental y espiritual. Aquí solo he presentado cómo abordar la parte mental. También explica qué hacer con los síntomas que están ahí ahora mismo, causando sensaciones dolorosas en el cuerpo. Pero siento que meterme ahí sería demasiado para una sola carta. La idea condensada de esta carta es que la mente tiene el poder de hacernos enfermar, y por lo tanto también tiene el poder de hacernos sanar. Solo estamos sujetos a lo que sostenemos en mente. Si quieres investigar más, te recomiendo encarecidamente el libro “Healing and Recovery”, que aborda la sanación desde estos niveles más profundos: mente y consciencia. Algunos de los nombres de los capítulos son: Estrés, Salud, Sexualidad, Envejecimiento, Preocupación miedo y ansiedad, Perdiendo peso, Depresión, Cáncer, y varios más.
Te deseo lo mejor en tu viaje hacia la salud, que reclames poco a poco el poder sanador de tu mente, y que estas ideas abran nuevos caminos hacia la armonía en tu vida.
Con todo mi amor,
A.
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